La administración de Enrique Peñalosa en Bogotá ha entrado su recta final. Y a tan solo cuatro meses de concluir el 2019, es oportuno esgrimir un pequeño balance sobre la que fue una alcaldía sumamente polémica y que generó todo tipo de reacciones.
Más allá de cualquier tipo de discusión política frente al segundo paso de Peñalosa por el Palacio de Liévano, es incuestionable que su principal logro en materia de seguridad se relaciona con la reducción sostenida de los delitos que atentan contra la vida.
Luego de tres reducciones anuales en línea, en 2018 la capital de la República cerró con una tasa de 12,7 homicidios por cada 100 mil habitantes, la cual se convirtió en la cifra más baja de los últimos 48 años. El año pasado se presentaron 303 casos de asesinato menos en contraste con 2016 cuando Peñalosa asumió la alcaldía, al pasar de 1.344 a 1.041.
Fuente: elaboración propia con base en datos de la Secretaría de Seguridad y Convivencia de Bogotá.
La gran noticia es que todo indica que la tendencia a la baja continuará al finalizar el 2019. Esto, teniendo en cuenta que durante los primeros siete meses del año o fueron registradas 551 muertes violentas, en contraste con las 599 reportadas en el mismo periodo en 2018.
En enero, el secretario de Seguridad, Jairo Garcia, manifestó la ambiciosa meta de cerrar el año con menos de 1.000 asesinatos, y más de un semestre después, el objetivo no parece tan inalcanzable. Sin embargo, aún restan por venir septiembre y diciembre, los cuales han sido los meses más violentos en los últimos años y que serán fundamentales para lograr llevar al indicador a los tres dígitos.
En contraste con otras grandes ciudades
Es cierto que Bogotá sigue siendo la ciudad que mayor cantidad de casos de homicidio aporta al indicador nacional, lo que por supuesto está ligado también a un factor poblacional, pero en contraste con otras grandes ciudades, los avances de los últimos años se hacen aún más superlativos.
Cali, la tercera ciudad más poblada del país, viene presentando una importante reducción de su tasa de muertes violentas que hace un par de años superaba los 86 homicidios por 100 mil habitantes. A pesar de esto, sus indicadores de violencia continúan siendo sumamente altos.
La capital del Valle cerró el 2018 con una tasa de 25 asesinatos por 100 mil habitantes, más que el doble de la cifra de Bogotá y ligeramente mayor que el indicador a nivel nacional. Asimismo, continúa siendo una de las dos ciudades colombianas dentro del listado de las 50 urbes más violentas del mundo recopiladas por Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal, el cual se construye ponderando las tasas de asesinato a nivel mundial.
En contravía de la tendencia de Bogotá, Medellín completó en 2018 tres años consecutivos en alza en el número de muertes violentes. El año pasado cerró con casi 630 asesinatos que se configuraron en una tasa de 24 homicidios por cada 100 mil habitantes. Al igual que el caso de Cali, esta cifra representa el doble de la cifra de la Capital.
Si la tendencia continúa tal como se ha evidenciado el primer semestre, este año finiquitará con una nueva cifra negativa producto principalmente, de la disputa armada entre organizacionales ilegales relacionadas con el microtráfico.
Ahora bien, si el ejercicio de comparación se extiende a otras ciudades de América Latina, se puede concluir que a pesar de lo mucho que se ha avanzado, Bogotá sigue frente a un reto gigantesco. Por ejemplo, metrópolis como Buenos Aires, Quito y Santiago de Chile registran tasas que no superan los 6 homicidios por 100 mil habitantes.
La deuda pendiente: el hurto a personas
En otra orilla, el principal blanco de críticas de la administración distrital en materia de seguridad han sido los hurtos a personas. De acuerdo con las cifras reveladas por la Secretaría de Seguridad de la ciudad, este indicador ha ido en sentido contrario que los delitos que atentan contra la vida.
Es imperativo mencionar que, por un lado, la unificación de las plataformas de recolección de datos de la Policía y la Fiscalía, y por otro lado, el lanzamiento del aplicativo de denuncia virtual, modificaron profundamente el sistema estadístico del delito en Bogotá. Por tal motivo, resulta erróneo e impreciso realizar ejercicios de comparación entre las cifras antes y después del 2017 cuando se introdujeron los cambios metodológicos.
Más allá de esta situación, se puede aseverar que el incremento del hurto es incontrovertible. Si se contrastan las cifras en los primeros seis meses del 2019 con el mismo periodo del año pasado se visibiliza un incremento de más del 23% al pasar de 32.380 hechos victimizantes a cerca de 40.000.
Algunas reflexiones
Si se hace un barrido constante a las notas de prensa, artículos periodísticos, y en general de la opinión pública pareciese que los aspectos negativos han tenido mayor impacto sobre el imaginario de los ciudadanos. ¿Cómo entender que, para el común de la ciudadanía, Bogotá esté enfrentando una aguda y delicada crisis de inseguridad? ¿Cómo entender que la percepción ciudadana se ve más impactada por el incremento de los hurtos y no por la reducción de los delitos que atentan contra la vida humana?
De entrada, esta resolver estas inquietudes puede evidenciar un alto nivel de complejidad, pero lo cierto es que las respuestas pueden ser más simples de lo que parecen.
Esta paradoja parece producto de la evaluación individual del entorno y del nivel de riesgo. Es decir, la ciudadanía en su mayoría se siente más expuesta a ser víctima de un hurto, que de un homicidio. Por supuesto, esto va ligado a que al año, son mucho menos los casos de personas asesinadas, que víctimas de un delito más común como el hurto a personas.
En este orden de ideas, el incremento dramático de los robos generó un impacto negativo mayor sobre la percepción de los ciudadanos, casi como si se pasara por alto el avance notable en materia de homicidios.
Esto se reflejó en la encuesta de percepción y Victimización levantada por la Cámara de Comercio de Bogotá, la cual arrojó un incremento del 20% en la población que cree que la inseguridad en la ciudad ha aumentado, pasando del 41% al 61% entre 2016 y 2018. Esta última se convirtió en la cifra más alta del en los últimos ocho años.
En este orden de ideas, es previsible establecer que la discusión se mantendrá vigente, probablemente por lo que reste de la Alcaldía de Enrique Peñalosa, porque tampoco se puede obviar que el debate tiene un alto contenido político, elemento que se ha vuelto normal en las últimas administraciones de la ciudad.